Hace justo un año, la Vicepresidenta Maravilla, el Increíble Montoro y Luis de Guindos, el Señor de los Rescates, hacían la comparecencia de su "puta vida" tras el Consejo de Ministros. Sus rostros compungidos y palabras catastróficas avisaban: España se enfrentaba a un Armagedón económico. Por eso al presidente más callado de la historia de la democracia, Mariano Rajoy, y al PP no les había quedado más remedio que incumplir todo su programa electoral y hacer exactamente lo contrario de cuánto habían prometido. El paro, la deuda, el gasto y el déficit eran los cuatro jinetes de la Apocalipsis y cabalgaban desbocados y fuera de control. Que Dios nos pillaba confesados era de hecho el único consuelo.
La estrategia es vieja pero sigue resultando muy efectiva. Primero se avisa del desastre que uno mismo se encarga de avivar, agigantar, empeorar y multiplicar. Luego se presenta como el héroe que ha logrado evitar tamaña desgracia gracias a su liderazgo, gallardía y determinación.

Parte del éxito se debe a la disciplina y convicción que, tanto el presidente como su partido, están acreditando a la hora de implementar esta estrategia de Rajoy y el lobo. Si los datos no les dan la razón, nos dicen que leamos la tendencia y si la tendencia les niega, nos aconsejan mirar los datos. Nunca permiten que la realidad les estropee una buena consigna. Su compromiso con la propaganda resulta admirable.
El plan no puede ser más redondo. Aunque no todo resulta tan fácil. Mariano Rajoy se enfrenta y debe vencer a una poderosa conjura de derrotistas, una tupida red de individuos e instituciones que se empeñan en hacer "un planteamiento triste o de cenizo", como acertadamente ha descrito el presidente usando ese lenguaje coloquial que la gente entiende. La OCDE, el FMI, la UE, el BCE... Todos se emperran en avisar que la cuarta parte de la población activa seguirá en paro, el crecimiento será débil y desigual, habrá que recortar como mínimo otros veinte mil millones o que los salarios y las pensiones deben seguir bajando.
Pero entre todos esos tristes y cenizos, el peor es usted, que ve cómo le han subidos los impuestos mientras Bárcenas lavaba su dinero gracias a la amnistía fiscal. O usted, que le han echado para contratar por la mitad a su hijo. O usted, que ahora paga sus medicamentos y no sabe cuánto será su pensión. O usted, que se ha quedado sin becas para sus hijos. O usted que se ha hecho autónomo porque ya no sabe qué intentar. Ustedes son los verdaderos cenizos incapaces de aceptar la evidencia: las cosas van mejorando. Por suerte, su problema tiene fácil solución: usen más la imaginación y arriba esos corazones.
ANTON LOSADA
Publicado en "El Diario" - 6/5/14
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