prueba

>UN BLOG CON TUS ARTÍCULOS DE OPINIÓN, O LOS RECOPILADOS DE LA PRENSA NACIONAL, QUE NOS APORTAN SU GRANITO DE ARENA

miércoles, 30 de abril de 2014

En Su Puta Vida...

... han estado más contentos.

Dentro de esta disparatada carrera, en la que parece dirimirse a ver quién la hace más gorda (catalanada lingüística: me encanta mestizar) en la escalada de la propaganda oficial, este martes se produjo un hito: pareció que doña Soraya y don Mariano hubieran confundido sus papeles con las respuestas.
Vamos a ver.

Si te preguntan cómo te sienta que la EPA nos dé por jodidos, una vez más, con la caída salvaje del empleo, lo lógico es que el presidente Rajoy se exprese así:
-¡En mi puta vida he recibido una noticia peor!
Para, acto seguido largarse, sofocado, sulfurado, dolorido,  taconeando y con la barba al viento.


Mas si lo que te inquieren es cómo te sientes por haber supuestamente percibido dineros negros metafóricamente llamados "sobres" (aunque literalmente pueden haberte llegado por cualquier otro ingenioso método barcenasiano, incluido el boca-a-boca o en pincho de tortilla), sería de lo más natural que la interpelada gritara:
-¡Estoy muy contenta! ¡Vamos cada vez mejor! ¡Esto se va arreglando!
Y que invitara a los asistentes a tomar unas copas en el atractivo bar del Congreso.

Desde el punto de vista de la mera estética y de la verosimilitud literaria constituye un error, un inmenso error, que nuestra pequeña hada buena de los Consejos de Ministros soltara un desatino procaz como el que ayer aulló. La funcionaria modelo que puede con todo, que nunca se moja y que, en tantos aspectos –como trabajadora, como madre y como arremangada– representa un ejemplo para la mujer-tanqueta que todas y todos aspiramos a ser, nunca debe ensuciar sus labios con palabrotas. Precisamente yo, que soy ordinaria de nacimiento, me fijaba mucho en ella, antes, para mejorar mi actitud y mi parla. La tenía en un altar. Y eso, querida, se acaba de hacer añicos como un jarrón de la Dinastía Mizi-Fuz.

Por otra parte, pone los pelos de punta la mera imagen de un Mariano Rajoy Muy Contento. Es como si un enterrador se regocijara por tener overbooking, ya me entendéis. Lo que a él le va es la línea sobria, algo entre El Caballero de la Mano en el Marca y un vendedor de alpiste de los años 50 envuelto en bata gris. Ahí debería quedarse, que para lo otro ya tiene a González Pons, hombre cuyo físico admite maracas, alharacas y blusas caribeñas.

Lo malo de estos jocosos sucedidos, que en época preelectoral deberían aliviar tensiones y limar juanetes, es que nos pillan muy mayores, muy fatigados, muy doloridos y muy escépticos. Cierto, disponemos de excelentes dúos circenses en el hemiciclo, incluso en Moncloa y, además, en FAES, pero la repugnancia que sentimos nos impide, ustedes perdonen, apreciar en toda su grandeza el espectáculo de sus puestas en escena y de sus mentiras.

Deberían irse con la música a otra parte.

MARUJA TORRES
Publicado en "El Diario" - 30/4/14

lunes, 28 de abril de 2014

Dos Nuevos Santos

Ya tenemos dos santos más: Juan XXIII y Juan Pablo II. Este domingo entran en el Canon (han sido canonizados), ese cuadro de honor donde se inscribe a los santos reconocidos por la Iglesia católica. Es lo más alto a lo que puede llegar un cristiano. Ni obispo, ni cardenal, ni siquiera papa. La santidad te da derecho a hacer milagros y a un hueco con tu efigie en una hornacina de una iglesia, de tal manera que los creyentes todavía vivos puedan rezarte para que hagas de intermediario ante dios. Solo tiene el inconveniente de que no puedes disfrutar en vida de los privilegios inherentes a tan alto nombramiento: antes hay que pasar por el incómodo trámite de morirse.

Para que te reconozcan como santo es necesario que una comisión de expertos nombrados por el Vaticano certifique que has hecho al menos dos milagros después de muerto. ¿Pero qué es un milagro? Según el DRAE, se trata de un "hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino". Un hecho, añado yo, casi siempre referido a una curación "milagrosa" y repentina de una enfermedad considerada incurable.

Cuando yo era niño me preguntaba por qué los milagros de los santos se referían siempre a problemas de salud y no, por ejemplo, de dinero. Mi madre acudía a misa todos los días, y además de pedir a sus vírgenes y santos favoritos salud para su familia, metía también en el paquete de solicitudes una ayudita de dinero para acabar el mes sin pasar hambre. Pero dios nunca le hizo aparecer en un cajón de su mesilla de noche un fajo de billetes de mil. Siempre le mandaba salud. Y eso a mi madre la ponía enferma. Una contradicción divina.

Cuando los investigadores descubren la manera de curar una enfermedad considerada hasta ese momento mortal, a eso se le llama ciencia, no milagro. Lo que tiene algún que otro inconveniente para las religiones. Más de la mitad de los cánceres ya tienen curación; las vacunas han erradicado epidemias devastadoras; la higiene generalizada ha salvado a la humanidad de millones de muertes prematuras. En vista de que el enriquecimiento repentino se considera robo o cohecho, y nunca una “intervención sobrenatural de origen divino”, sino la intervención de un extesorero listo, cuando la humanidad haya encontrado al fin remedio a todas las causas de enfermedad, ¡se habrán acabado los milagros, y, en consecuencia, los santos!

No sé qué tipo de enfermedades ha curado Juan Pablo II para haberse encaramado a los altares. Generalmente se trata de monjas de clausura cuya curación milagrosa fue certificada por científicos desinteresados: pongamos por caso, un par de médicos del Opus Dei. Milagros caprichosos de esa corte celestial que parece padecer un problema bipolar del comportamiento. Porque mientras el papa polaco, que en gloria esté, curaba a las monjitas de graves enfermedades dudosas, permitía que una cruz elevada en su honor en un pueblo italiano se desplomara sobre un piadoso joven de 21 años y lo matara instantáneamente, solo por haber acudido a pedirle un poco de salud, dinero y amor, supongo yo. No creo que le hubiese pedido que le matara allí mismo, por muy mal que le hubiese sentado la sustancia estupefaciente que se estaba fumando.

Horas antes, en la semana santa alicantina, la imagen de la virgen de los Dolores, bailada por vigorosos costaleros, se desplomaba sobre la cabeza de un nazareno que, desde entonces, ya no olvidará por qué la llaman la virgen de los Dolores. Casi le rompe el cráneo.

Lo que más me intriga de las curaciones sobrenaturales es cuánto duran sus efectos. En otras palabras: si se detectara un rebrote del cáncer mórbido en la monjita amilagrada, ¿se le podría retirar la santidad a Juan Pablo II, por falta de consistencia en sus milagros? ¿Es justo curarla hoy para dejarla morir el día de mañana, o el santo ya está obligado a mantenerla con vida milagrosamente para toda la eternidad?

Y no hablo por boca de ganso, porque ya hay antecedentes. ¿No os habéis preguntado qué fue de Lázaro, aquel al que Cristo resucitó después de ordenarle “levántate y anda”? Porque se supone que si lo ha resucitado, es para siempre, no iba a molestarse en sacar de su tumba a alguien al que iba a dejar morir años o días después. Eso sería de una crueldad infinita, impropia de los dioses.

Si alguien conoce a esa monja, que la alerte sobre el flaco favor que le ha hecho Juan Pablo II. El papa polaco se habrá salido con la suya, pero ella ha quedado marcada para siempre. Yo, concretamente, llevo años buscando a un tipo que responde al nombre de Lázaro, muy viejito, de unos 2.000 años de edad, vestido con un sudario blanco, y que habla raro, como en arameo. Si lo veis, decidle de mi parte que ya puede morir en paz. Que dios no existe.

MANUEL SACO
Publicado en "El Diario" - 26/4/14

domingo, 27 de abril de 2014

Se Están Cargando la Democracia

Los locutores de RTVE sonríen cuando cuentan que no se sabe si Arias Cañete será cesado en este Consejo de ministros o si la decisión se postergará una semana más. Las demás cadenas también se toman a broma el asunto, si es que se acuerdan del mismo. 

El atentado contra las normas democráticas que supone el hecho de que un candidato electoral siga siendo ministro, ha sido ya aceptado como la cosa más natural de este mundo. Lo mismo que el linchamiento mediático del juez Elpidio Silvia. O que María Dolores de Cospedal se haya cargado el Tribunal de Cuentas de Castilla La Mancha en vísperas de una campaña electoral. O cincuenta cosas más, que confirman que si gravísima es la erosión sistemática de la democracia que está llevando a cabo este Gobierno, tal vez lo sea aún más la falta absoluta de reacción ante ese proceso por parte de las instituciones que deberían velar por la misma, empezando por la prensa.

La mayor parte de los hechos que jalonan la crónica política española hieren cualquier sensibilidad democrática. Asistimos, sin que lo denuncie ninguno de los muchos organismos, públicos y privados que podrían hacerlo, a una larga campaña publicitaria del Gobierno sobre la recuperación económica que está únicamente montada sobre la base de unos pronósticos que ese mismo Gobierno, o sus adláteres, elaboran y que unos meses más tarde quedan desmentidos por los datos fehacientes: como ha ocurrido con los del PIB del cuarto trimestre de 2013 y como seguramente ocurrirá con los del primero de este año, que ahora dicen que crecerá un 0,5%. Al tiempo, crecen la sospechas de que algunas estadísticas fundamentales están siendo manipuladas. Pero de ello se habla casi clandestinamente.

Rajoy y los suyos se siguen llenando la boca asegurando que quieren negociar con la Generalitat, pero un día tras otro confirman que no están dispuestos a ceder un ápice en sus posiciones, al tiempo que sus corifeos mediáticos pintan a Artur Mas como un fanático descerebrado que está jugando a aprendiz del diablo. Pero son muy pocos, y casi no se les oye, los que advierten de los peligros esa actitud. Porque no sólo es un engaño flagrante a la opinión o porque puede llevar a una enfrentamiento de consecuencias imprevisibles –y la primera tarea de un Gobierno de España sería evitarlas–, sino porque un día ese mismo procedimiento se podría aplicar en cualquier otro contexto. Sobre todo si hoy se aplica en medio de la pasividad general.

El Ministerio de Hacienda acaba de hacer una interpretación torticera de sus propias normas que, autorizando el aval del Estado sus créditos fiscales, permitirá a los bancos ahorrarse cerca de 41.000 millones de euros de capital, un regalo aún más sustancioso que el del rescate bancario que figura en el debe del Estado, es decir, de todos los contribuyentes. Y cuando hasta hace poco los bancos eran la institución más denostada por la amplia mayoría de la opinión pública, ahora la noticia ha pasado prácticamente desapercibida. Y ninguna voz se ha alzado en el Congreso, al menos hasta ahora, contra ese desaguisado.

El Gobierno del PP no sólo goza de las ventajas que le confiere la mayoría absoluta –y que utiliza de la manera más burda posible, despreciando sin sonrojo la voluntad y los intereses de los millones de ciudadanos que votaron a los partidos de la oposición–, sino también de las que se derivan del silencio cómplice de quienes tendrían que denunciar el deterioro cotidiano de la democracia que suponen la mentira sistemática o el abuso de poder. Uno y otro envueltos en la retórica aparentemente aséptica del leguaje funcionarial, administrativo, que tan bien aprendió la derecha española durante los 40 años de franquismo.

El director general de la Policía acaba de destituir al jefe madrileño de los antidisturbios por los errores que los suyos cometieron al final de la manifestación del 22-M, viniendo a reconocer que el desaguisado que entonces se produjo fue culpa de la ineptitud policial, pero sin rectificar una sola palabra de las barbaridades que el propio Cosidó dijo en aquella ocasión sobre los manifestantes. Porque es así como actúan los regímenes autoritarios: si alguno de los míos me falla, lo castigaré yo solo, sin que nadie de fuera me diga lo que tengo que hacer. Y encima mi prensa me aplaudirá por justo y magnánimo. Y si alguien me dice algo sobre la barbarie de la playa de Ceuta, le contestaré que eso es cosa de la Guardia Civil.

Ruiz Gallardón mintió cuando dijo que su Gobierno no había indultado a ningún corrupto, cuando en dos años lo había hecho con siete de ellos. Y ahora está por ver que no lo haga también con Jaume Matas. 
A la espera de ello, 30 jueces catalanes favorables a la consulta han denunciado que la policía los ha investigado. El Consejo General del Poder Judicial se ha limitado a tomar nota. Pero el ministro de Justicia no ha dicho una palabra al respecto. Ni tampoco sobre que María Tardón, exmiembro de la Asamblea de Cajamadrid, en representación del Ayuntamiento de Madrid, y exconcejala del PP, sea uno de los magistrados que está juzgando a Elpidio Silva. Quien, por muchas irregularidades que cometiera en su instrucción contra el presidente de Cajamadrid, ya es una nueva víctima de un sistema judicial incompatible con la democracia, cuando menos a los ojos de cualquier ciudadano digno de tal nombre.

Y Miguel Blesa, gran vencedor de esta batalla, como los implicados en Gürtel lo fueron en la que se libró contra Baltasar Garzón, está ahora bastante más cerca de salir de rositas. Como algunos malpensados sospechaban desde un primer momento que terminaría por ocurrir. Y encima hay que aguantar que digan que ellos son los responsables de que se cumpla la Constitución democrática. Pero lo malo es que puede perfectamente ocurrir que dentro de un par de años lo que ahora relatamos sea una broma comparada con lo que vaya a venir.

CARLOS ELORDI
Publicado en "El Diario" - 25/4/14

viernes, 25 de abril de 2014

Parásitos

Dice la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, que el derecho a tener una prestación por desempleo fomenta el “parasitismo” entre los desempleados. 

Hace poco el responsable de Hacienda del PP en las Cortes de Aragón, Jorge Garasa (que se levanta 4000 euros al mes), apostaba porque la gente trabaje  gratis para mejorar el aprendizaje.
Casi al mismo tiempo, el presidente del Círculo de empresarios de León, Jose Ángel Crego, se preguntaba por qué no son  los trabajadores quienes indemnizan a la empresa cuando son despedidos.
Ahora la presidenta del Círculo de empresarios exige rebajar el salario por debajo del salario mínimo y  “coger a chavales sin cualificación, que hagan formación dual, con un salario inferior al marcado, hasta que produzcan y se ganen lo que cobran”.

La apuesta política por parte de la casta económica va de la mano del proyecto de la casta política. La mejor metáfora sobre cómo utilizan la situación para maximizar el poder sobre el trabajo, es la de un empresario que ofrece un billete de 50 euros entre los aspirantes a un puesto de trabajo. Quien fuera el primero en cogerlo ganaba el trabajo, así se fomenta la competitividad. Una chica sufrió una lesión en un hueso de la columna vertebral al ser arrollada por el resto de aspirantes, cuando se peleaban por coger el billete.

Nos han hecho creer que eres un privilegiado por tener un trabajo cada vez más precario y peor pagado, que debes dar gracias por el favor que te hacen por dejarte trabajar. En esta tesitura cuando ya no eres tú quien aporta algo a la sociedad, sino que es la sociedad la que te permite el lujo de sobrevivir, la bestia se quita el bozal. Así las cosas, todo nuestro imaginario social se desplaza y la servidumbre se convierte en un privilegio. Las palabras describen las cosas, pero las cosas también se convierten en palabras y al final lo que hoy consideramos como aberrante, mañana puede acabar siendo algo normal. Como la realidad es tozuda, mejor cambiamos nuestro parámetros para que se adapten a la realidad, teniendo claro que la realidad no se puede cambiar, “es la que hay”.

Sufrimos a la peor de las patronales, la más improductiva, la patronal que no ha sabido hacer nunca nada sin las ayudas del Estado, incapaz de inventar nada, siempre pegada como un parásito a la teta pública. La casta económica de este país al igual que los liberal-burócratas del PP, hablan de un liberalismo que nunca han practicado. En su tiempo nunca llegaron a ser burguesía, se quedaron en rentistas y de ahí no salieron. Vivimos bajo el yugo de la peor forma de gobierno. Una mezcla entre el gobierno de los pocos y de los peores, entre los más incapaces y los más canallas, que viven a costa de nuestras capacidades y esfuerzo.

Es cierto, tiene razón el Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz.  En este país podemos percibir en los últimos tiempos una escalada de violencia. Cada vez hay más desahuciados, más precariedad, salarios más bajos, el transporte es más caro, las mujeres tienen menos derecho a decidir sobre su cuerpo, aumenta la pobreza infantil, aumenta el número de millonarios, cada vez se reprime más y se convence menos.
Aumenta la deuda que pagamos todos, cada vez tiene que emigrar más gente, se violan los DDHH en la frontera. Porque escalada de violencia es la televisión pública emitiendo el programa 'Entre Todos' que implanta la ideología de la peor caridad. Escalada de violencia es el programa 'El Jefe' donde la bondad arbitraria del gran empresario restituye la moral del patrón paternalista propia del siglo XIX, cuando su juicio sustituye la conquistas de los derechos que pertenecen a los y las trabajadoras.

Escalada de violencia es que se te parta el alma cuando de la forma más humilde un falso autónomo, pregunta por favor a la empresa, que le paguen las facturas de 800 euros que le deben hace meses porque tiene tres hijos que alimentar.
Escalada de violencia es que no tenga ningún mecanismo para responder como se merecen a quienes le están chuleando y robando.
Escalada de violencia es ver esto mientras en la puerta está aparcado el jaguar de el jefe que se hace el sueco y se va con el otro pijo de RRHH a comer a restaurantes carísimos.
Escalada de violencia es la humillación y el miedo cotidiano, es la falta de expectativas, el estrés asfixiante por tener que responsabilizarte de los beneficios de un accionista que acude cada semana a velar por su expolio.

Su único proyecto de país es empobrecer a la gente y acabar con cualquier derecho y forma de vida digna. Hay que echar a la casta, a todos estos fanáticos y parásitos que nos llevan directos al precipicio. Hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje.

JORGE MORUNO - Sociólogo y escritor. 
Publicado en "Público" - 24/4/14

miércoles, 23 de abril de 2014

¿Juicio o Guillotina?

En el tiempo récord de nueve meses, desde que el fiscal Moix interpusiese querella en contra del juez Elpidio Silva, se ha dado comienzo a un juicio oral que tiene como pretensión su condena por presunto delito continuado de prevaricación, otro delito continuado de retardo malicioso en la Administración de Justicia y dos delitos contra la libertad individual. Las penas que se solicitan van desde la multa de 24 meses a cuota diaria de 15 euros hasta la inhabilitación especial para empleo o cargo público de hasta 20 años, así como una indemnización de 50.000 euros para Gerardo Díaz Ferrán.

Para cualquier conocedor de la realidad judicial, la sustanciación de este procedimiento en contra del juez Silva en un espacio de nueve meses no deja de ser sorprendente. Refleja un desorbitado deseo de pasarle la factura por haber dirigido procedimiento y enviado a la cárcel a Miguel Blesa. La celeridad no es una de las características del procedimiento penal español, pero sí lo ha sido en el que se ha seguido en contra de Elpidio Silva.

Iniciado el juicio oral, muchas son las críticas que se han alzado en contra suya y de su defensa por los planteamientos e incidencias procesales suscitadas; algunos, incluso, han llegado a calificarla de " rupturista" y propia de " acusados de terrorismo o de delincuentes recalcitrantes". Estas críticas solo reflejan una cosa : no se comprende la intensidad y amplitud del derecho de defensa y, mucho menos, que un juez tenga derecho a defenderse.
Para comprender la situación nada mejor que analizarla desde una triple perspectiva: primero, lo que representan las penas solicitadas; segundo, la forma de tramitar el procedimiento; y, finalmente, la línea de defensa seguida.

Sobre las penas solo cabe explicar la intención de las mismas: se pretende el apartamiento definitivo del juez Silva de la carrera judicial y, además, su inhabilitación para cualquier empleo o cargo público. Es decir, que de ser condenado no podría ser eurodiputado ni tener ningún otro cargo, aun cuando llegase a ser elegido por votación popular para ello. También, se pide que indemnice a Blesa y Díaz Ferrán, los mismos que ni asumen responsabilidades ni indemnizan a quienes hayan podido perjudicar.

En cuanto a la tramitación del proceso, no sólo ha sido inusitadamente acelerada, sino que a lo largo de toda la fase de instrucción se han denegado todas y cada una de las diligencias interesadas por su defensa. Se ha impedido el acceso a pruebas esenciales como son -por ejemplo y ánimo de exhaustividad- los denominados "correos de Blesa", en los que se sustenta parte de la motivación que sostuvo el juez Silva para enviarle a prisión. Lo único estimado ha sido la recusación de los magistrados que tenían que enjuiciarle y ello porque, acertadamente, se entendió que eran parciales al haber resuelto incidencias procesales durante la fase de instrucción. Estaban, como mínimo, contaminados.

De la tramitación del procedimiento y la sistemática restricción del derecho de defensa es de donde surge la base sobre la cual se sustenta la defensa de Elpidio Silva; expuesta al comienzo del juicio a través de una serie de cuestiones previas. Cada una de ellas tiene una explicación y razón de ser, pero se pueden resumir en lo siguiente: uno, nulidad de todo lo actuado por los magistrados recusados; dos, nulidad de todo lo actuado por indefensión, prejudicialidad penal y litispendencia; tres, nulidad por no haberse dado entrada al responsable civil; y cuestro, falta de competencia por pérdida sobrevenida de la condición de aforado.

Se estimó la recusación de los magistrados que iban a enjuiciarle por considerar que eran parciales: es el derecho constitucional al juez imparcial. En consecuencia, se planteó como primera cuestión que si esos magistrados estaban contaminados, el efecto lógico de tal resolución no es otro que la nulidad de todo aquello que esos jueces habían decidido, porque la parcialidad se arrastra y refleja en sus propias resoluciones. Los jueces recusados decidieron, entre otras cosas, qué pruebas se podían practicarse en el juicio y cuáles no; es decir, " marcaron el campo de juego" en que se realizará el juicio a Silva. La nulidad de sus actos es algo lógico, comprensible y digno de haber sido estimado.

La segunda cuestión previa (indefensión) trae origen en la denegación sistemática de todas y cada una de las diligencias interesadas en fase de instrucción, especialmente el acceso a documentos relevantes para la defensa. En cualquier otro juicio, el mismo no se puede celebrar si existen piezas o documentos secretos para las partes y mucho menos para la defensa. Esto también era lógico, comprensible y digno de haber sido estimado.

La tercera (litispendencia) hacía referencia a que no era procedente enjuiciar antes a Silva que a Blesa. Si se demuestra la culpabilidad del ex banquero, ¿qué duda cabría sobre la correcta actuación del juez? Junto a esto, muchos se olvidan de que también está pendiente de resolverse una querella en contra de quien instruyó el procedimiento contra Silva. Esto parece lógico, comprensible y digno de haber sido estimado.

La cuarta no es otra que la que afecta a un tercero que puede ser responsable civil directo en caso de condenarse a Silva. Por las prisas y la mala instrucción practicada en contra del juez Silva se cometió el "olvido" de no llamar al procedimiento a la empresa aseguradora del juez, la cual tendría que pagar la indemnización llegado el caso. Un juicio no debe comenzar sin todas las partes legitimadas pasivamente para ser parte del mismo. Esto también parecería lógico, comprensible y digno de haber sido estimado.

Finalmente, se ha entendido que existe un problema de competencia del Tribunal Superior de Justicia para enjuiciar estos hechos. Elpidio Silva se encuentra en situación de excedencia, para poder dedicarse a la política. Además, ha renunciado a su aforamiento como juez. Quiere ser enjuiciado por su juez natural, como un ciudadano más, sin acogerse a ningún tipo de privilegio. En un país con más de 10.000 aforados, que uno renuncie a tal privilegio debería ser considerado algo digno de alabanza en lugar de criticarle por ello.

La posición del Tribunal, rechazando todas y cada una de estas cuestiones previas, deja en una compleja si no insostenible posición a su defensa. Así no se puede desplegar una defensa material. Entonces, nada más profesional que renunciar a la misma para intentar salvaguardar hasta las últimas consecuencias los intereses encomendados al abogado. Ningún tribunal que actúe dentro del marco constitucional puede obligar a un abogado a continuar con un determinado encargo profesional. Esto es cargarse la esencia misma de la abogacía y la plenitud del derecho de defensa.

Que una línea de defensa técnica como la planteada pudiese haber generado un retraso en el juicio, o que pueda disgustar a quienes esperaban que Elpidio Silva pusiese servilmente su cabeza debajo de la guillotina de los poderosos, es algo que sólo se comprende desde un escaso entendimiento de la amplitud e intensidad que deberían tener los derechos de defensa, a la tutela judicial efectiva y a un proceso con las debidas garantías dentro de un Estado democrático y de derecho.
La última palabra, una vez más, la tendrá Estrasburgo.

GONZALO BOYÉ - Profesor de Derecho procesal y penal en el Centro de Estudios del Colegio de Abogados de Madrid, asesor del European Center of Constitutional and Humand Rights de Berlín y del Palestinian Center for Human Rights de Gaza
Publicado en "El Diario" - 22/4/14

***********************

En uno de los números más salvajes de Borat, ese reportero demencial que interpretaba el cómico judío Sacha Baron Cohen, destacaba la visita a un millonario tejano que tenía el salón de su casa decorado con cabezas de animales muertos. Un tigre, una jirafa, un león, un antílope, un búfalo, un leopardo contemplaban la entrevista desde el más allá con sus ojos vidriosos. Borat preguntaba si los había matado todos él y el millonario replicaba muy ufano que sí. Entonces Borat fingía que contaba las piezas y parecía entristecerse: “Veo que no tienes ninguna cabeza de judío”. El millonario carraspeaba, se revolvía incómodo en su asiento y explicaba: “Bueno, es que aquí no permiten cazar judíos”. “Vente a mi país entonces” decía Borat con su inglés macarrónico. “Allí podrás cazar todos los judíos que quieras”.

Si Borat hubiese hecho el mismo gag en España, entrevistando a un banquero ladrón y con jueces en lugar de judíos, la historia habría perdido toda la gracia. Dentro de unas semanas o unos meses, Blesa le podría enseñar, entre los trofeos de los muchos animales a los que ha dado muerte, la cabeza del juez Elpidio Silva, que el tribunal está disecando a fuego lento en los juzgados. El responsable de las estafas a miles de jubilados, de operaciones financieras más que dudosas con una Caja de Ahorros a la que llevó finalmente a la bancarrota, ha salido de todo este chanchullo asqueroso no con un pijama a rayas, como habría ocurrido en cualquier país decente, sino limpio de polvo y paja, y con una indemnización millonaria por los servicios prestados.

Cuando Jesucristo hizo su célebre símil (provocado por un error de traducción) de que sería más difícil que un camello pasase por el ojo de una aguja antes de que un rico entrase en el reino de los cielos, desconocía por completo el sistema judicial español. Se congelarán el sol y las calderas de Pedro Botero antes de que un banquero chungo entre al trullo en el reino de España. Y si entrase, por alguna casualidad remota, por algún impensable resbalón de la ley, ya se preocuparían de sacarlo con un indulto, como hizo Gallardón la semana pasada o Zapatero en la anterior legislatura.

El cine judicial es un subgénero que ha proporcionado al séptimo arte un montón de obras maestras, desde Impulso criminal a Algunos hombres buenos, desde Matar a un ruiseñor a Doce hombres sin piedad. De esta impresionante partitura teatral de Reginald Rose, el antiquísimo Estudio 1 cuajó una versión superlativa donde las actuaciones de José María Rodero, José Bódalo y el resto del elenco patrio no tenían nada que envidiar a aquella maravilla protagonizada por Henry Fonda y Lee J. Cobb. Pero en la pantalla grande, nuestra obra maestra del cine judicial, para desgracia nuestra, sigue siendo El crimen de Cuenca. De filmarse una película con el ridículo linchamiento legal a Elpidio Silva, tal vez algún cineasta patrio podría desbancar a Pilar Miró, pero sería muy difícil que no les saliera una comedia, un esperpento o directamente un western. Tampoco haría mucha falta trabajar la ficción porque la realidad aquí ya da espanto, repelús, risa, asco y vergüenza de sobra. Pasen y vomiten.

DAVID TORRES
Publicado en "Público" - 24/4/14

martes, 22 de abril de 2014

Antiespañoles

El verdadero antiespañol es quien esconde su dinero en Suiza, como Francisco Granados. Quien disfruta de un ático de lujo en la playa bajo la sombra de testaferros y paraísos fiscales, como Ignacio González. Quienes hunden una caja cuya obra social había sobrevivido tres siglos e hipotecan en su rescate a los españoles, como Miguel Blesa o Rodrigo Rato.

Antiespañol es quien recorta en educación, pero deja dinero para que las ayudas para guardería lleguen a una familia "necesitada" como la suya, de esas que ingresan más de 100.000 euros anuales, como Lucía Figar. Quienes cobran sobresueldos del partido y acumulan varios salarios del dinero público mientras recetan austeridad a los españolitos, como María Dolores de Cospedal o Mariano Rajoy. Quienes financian su campaña electoral de forma irregular con dinero de "donantes" como Gerardo Díaz Ferrán, que después se llevan millones en contratos públicos, como pasó con Fundescam y Esperanza Aguirre.

¿Antiespañoles los antitaurinos? Si de verdad tiene razón Aguirre y España se levanta sobre el amor de sus ciudadanos por las corridas de toros, esta patria está perdida. Por más puñetazos en el pecho que se den quienes defienden las corridas de toros, la realidad es que esta "fiesta" de nacional tiene muy poco. Según una serie de encuestas de Gallup, cada año hay menos taurinos, especialmente entre los jóvenes: casi al 70% de los ciudadanos no le interesan nada los toros (será culpa de Disney, como dice Marhuenda). Y cerca del 40% de los españoles se declaraban ya en 1995 antitaurinos, según el CIS, y por tanto "antiespañoles", según la populista definición que ha dado Aguirre.

Que el nacionalismo use las corridas de toros como bandera tampoco es novedad. Ni siquiera es el nacionalismo español el único en hacerlo. Esperanza Aguirre debería saber que el histórico diputado de Herri Batasuna Jon Idigoras fue también conocido como "Chiquito de Amorebieta" cuando se dedicaba a la lidia. Y que el PNV financia desde los ayuntamientos las corridas en Euskadi con el mismo fervor con el que regaba de dinero público este espectáculo la "liberal" (para lo que quiere) Aguirre. Son también toros, pero toros vascos. Mueren igual, sin entender de patrias.

Los españolistas del capote sí tienen razón en una cosa: en señalar la hipocresía de esos partidos catalanes que vetaron las corridas pero permiten los correbous, tan crueles como las banderillas.
Es tan hipócrita como esos "liberales" que critican las "mamandurrias", salvo cuando se trata de subvencionar la tortura de animales.

P.D.  Soy antitaurino, sí. Y español. Y de Burgos. Y de Torresandino. Castellano por cultura y orígenes. Curioso por mi historia, cansado de que se queden con ella. Creo en la sociedad y en las personas mucho más que en las naciones y sus banderas. Soy español, pero detesto esa idea de España donde no todos cabemos. 
Si ellos son la patria, yo soy extranjero.

IGNACIO ESCOLAR
Publicado en "El Diario" - 21/4/14

lunes, 21 de abril de 2014

Corruptos y "Pringaos"

El balance judicial de la corrupción en España -1700 causas abiertas, 500 imputados y sólo 20 penados – viene a confirmar que el talego es un club muy elitista que tiene reservado el derecho de admisión a los políticos y a sus contratistas, y si algunos logran pasar es únicamente porque se ponen pesadísimos. Para hacernos una idea, es más fácil que un tipo con calcetines blancos entre en una discoteca megapija que un servidor público acabe entre rejas. Con eso, está dicho casi todo.

Por el número de procedimientos abiertos podría deducirse que la corrupción está muy perseguida, pero es evidente que los implicados corren más y durante mucho tiempo. No hay proceso por cohecho, malversación o tráfico de influencias que no dure una década como poco, lo cual es una bendición para los abogados defensores, que suelen ser los únicos que recuperan en su cuentas corrientes una parte de lo robado. Así es como cobra fuerza la idea de que la Justicia funciona divinamente pero sólo con los pringaos de calcetines blancos.

Es el propio sistema el que consagra la impunidad. El primer obstáculo para que un corrupto vaya al trullo es la omertà de sus colegas de partido, los que se dicen honrados, gente que jamás se entera de nada ni aunque se den de bruces con un Jaguar en el garaje. No se recuerda un solo caso de corrupción que haya sido llevado a los tribunales por la cúpula de un partido. Su interés por el latrocinio se despierta después, y resultan enternecedores sus intentos para personarse como acusaciones en los distintos sumarios, aunque sólo sea para saber si la mierda les llega a las orejas o sólo les ha salpicado los bajos del pantalón.

Cuando el silencio falla, entra en juego el aforamiento. Aquí hay tantos aforados como bares, lo que implica que la instrucción judicial de sus conductas presuntamente delictivas corresponde a los tribunales superiores de justicia o al mismísimo Supremo, cuya pericia en este tipo de procesos es manifiestamente mejorable. Añádase a esto un pequeño matiz: los magistrados de estos tribunales han sido designados por el Consejo General del Poder Judicial, cuyos miembros han sido elegidos en algunos casos por los propios corruptos o por sus honrados y silentes compañeros de partido.

¿Qué hace un aforado corrupto con un buen abogado sometido a investigación judicial?... Pues recurrir hasta su partida de nacimiento para que el caso se eternice. Lo normal en estas décadas de democracia ha sido que el aforado se presentara a las siguientes elecciones con el beneplácito de su organización –por lo de la presunción de inocencia, ya se sabe- y que los electores le votaran con el argumento de que todos roban y éste, al menos, es de los míos. ¿Qué hace el corrupto si, pese a todo, lo ve muy negro? Dimitir para perder el aforamiento y que la causa pase a un tribunal ordinario y todo empiece de nuevo. Cuando haya sentencia firme, es probable que el corrupto se haya muerto de risa, de viejo, o sea un anciano con tantos achaques que deba cumplir la condena en un balneario.

Habrá quien piense que lo de este país es genético y que a la roussoniana manera somos muy golfos por naturaleza, pero la verdad es que ni de la corrupción tenemos la patente. Si aquí se manifiesta más es porque los controles son trampantojos y porque quien ahora es un corrupto antes era un allegador de fondos al partido que en algún momento decidió entrar en el negocio y tener la mayoría. Eso explica, por ejemplo, que la financiación ilegal siga sin ser delito en el Código Penal o que no se haya establecido una responsabilidad civil subsidiaria de las fuerzas políticas en los desfalcos protagonizados por sus dirigentes.

A falta de una lucha seria contra la corrupción lo previsible es que algún emprendedor se decida a abrir un museo en el que exponer los trajes de la Gürtel, los bolsos de Louis Vuitton de Rita Barberá, el confeti de las fiestas infantiles de Ana Mato, una faro del Jaguar de su exmarido, informes falsos de Filesa, la resolución sobre un ERE de Andalucía o la silla de ruedas de Félix Millet, el del Palau. La concesión será para el que pague la mordida mayor, lógicamente. Y los pringaos iremos a verlo.

JUAN CARLOS ESCUDIER
Publicado en "Público" - 21/4/14

sábado, 19 de abril de 2014

Algo Huele a Represión Sucia

No es la hora de los historiadores pero, en el balance de estos tres años de protesta social, ya hay suficientes datos sobre el papel jugado por las fuerzas de orden público. 

A grosso modo, han respondido a los últimos fenómenos masivos de indignación social y política -desde el 15M de 2011 al 22M de 2014- con tres tipos de represiones: la represión “legal”, que ejerce una patrulla policial desplegada en la calle, con o sin antidisturbios, con o sin proporcionalidad y no pocas veces extralimitándose; la burorrepresión, que pretende desalentar e intimidar a los movimientos sociales con multas y trabas legales por ejercer derechos fundamentales como los de reunión y expresión; y la represión “sucia”, la que se lleva a cabo de forma opaca, normalmente a través de una labor previa de infiltración de agentes policiales en las organizaciones que dinamizan los movimientos sociales, so pretexto de prevenir con “inteligencia” las manifestaciones potencialmente violentas, y con el fin (lógicamente inconfesable) de provocar el descrédito de los activistas ante la opinión pública, manipulando desde dentro sus métodos y mensajes o desencadenando actuaciones que justifiquen la contundencia de la represión “legal” o incluso hermoseen su brutalidad.

No creo que vayan muy descaminados quienes se malician que algo de lo que ocurrió el 22M responde a un patrón ya conocido de manipulación policial, con el que se pretende ensuciar la imagen pública de una protesta multitudinaria y pacífica, tremendamente preocupante para el gobierno. Los incidentes de aquella ya célebre noche de marzo en Madrid fueron fruto de los desasosiegos oficiales del momento, ahora que Rajoy quiere dar por superada “la crisis”: inquietudes de Estado y zozobras de Moncloa, a las que cabe añadir otro tipo de fijaciones y obsesiones de índole más personal, como las de la delegada del Gobierno en Madrid, quien se ha mostrado preocupadísima, hasta rayar con la histeria y la temeridad, por pasar a la historia como la autoridad gubernativa que una y otra vez ha ido impidiendo que en la capital de España se repita la Acampada Sol (esa experiencia de empoderamiento callejero no puede ocurrir en la España del PP –parece haberse jurado a sí misma Cristina Cifuentes). 
Por lo demás, también podríamos añadir, ya que así nos lo ha recordado Esperanza Aguirre, que, efectivamente, en el ambiente ha quedado un rancio regusto a “república bananera”. 

Hay quien se extraña mucho de que allende nuestras fronteras haya entidades que se hacen preguntas tan sencillas como ésta: ¿quién protege en España a los activistas de los movimientos sociales de aquellas agencias que a todas luces ni dialogan ni negocian con ellos, ninguneándolos en el mejor de los casos y criminalizándolos en el peor, cuando hacen uso de sus derechos constitucionales y promueven un respetable estilo de radicalidad democrática a través de la acción noviolenta? Este tipo de preguntas tan sensatas estiran la altivez de la expresidenta de la Comunidad de Madrid y dejan con cara de póker al ministro de Interior. No caen en la cuenta de que es así como se comporta un político “bananero”: con la arrogancia impostada de quienes están promoviendo una auténtica deriva autoritaria, no sólo a través de la represión del descontento social, sino proyectando un reajuste sin precedentes del arsenal represivo del Estado (en el Código Penal, en la normativa de Seguridad Ciudadana y Seguridad Privada, en el Código de Justicia Militar y en la regulación del derecho a la huelga).

Quienes tendrían que seguir celebrando un logro como el 22M -congregar a cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas detrás de un grito común: “Pan, trabajo y derechos para todos y todas”-, deben ahora afanarse en hacer frente a la virulencia de la campaña criminalizadora. ¿Por qué? Porque esta vez es cierto que no ha salido mal la jugada malintencionada de la represión sucia (entre otras muchas razones, han contado con la ayuda de quienes frente a la dinámica asamblearia de los movimientos sociales siempre anteponen la impaciencia de los atajos). 
Es innegable que la violencia final del 22M fue un jarro de agua fría que afectó al calor y al entusiasmo de los cientos de miles que allí estuvimos y de los millones que no estaban pero apoyaban. Un efecto helador al que contribuyó el titular de El País admitiendo como únicas las bajas cifras de participación que ofreció la policía: el desencanto y la  indignación se entremezclan cuando se soslaya que el 22M ha sido una de las más concurridas manifestaciones de la historia. Esas cosas afectan, son parte del imaginario de la rebeldía desde la Transición, hasta el punto de que, en este caso, la división interesada entre “buenos” y “malos” pareciera producir alivio, porque todo el mundo se ha visto muy afectado por los hechos y por la divulgación manipulada de los acontecimientos, temiendo —claro— que la mala imagen del final del 22M empañe el compromiso y el trabajo militante de tanta gente.

No lo tienen fácil, lo que demuestra el lío que el 22M ha provocado entre las mismas elites gobernantes. Es verdad que la alcaldesa de Madrid enmienda la plana a Esperanza Aguirre —ellas sabrán por qué— cuando subraya que la violencia acaeció al término de una manifestación pacífica, pero ni lo uno ni lo otro es la verdad que están ocultando los mandos policiales, a los que quizás se quiten de en medio más por inútiles que por zafios. Lo que ocurrió el 22M debió de tener un primer momento pre-programado, aunque no sea menos cierto que poco después de desencadenado quedara al albur de los propios acontecimientos, a la dinámica de acciones y reacciones o a las improvisaciones y los fallos operativos de unos y otros. Que se investigue la secuencia de los hechos para esclarecer algo que parece obvio: la kale borroka y luego dicen que no quieren criminalizar. Todo sobrevino cuando la manifestación estaba viva porque la policía cargó directamente contra ella.

¿No dicen que siempre hay unos pocos antisistema que se enfrentan con la policía al final de las manifestaciones?... ¿Y quién decidió que esta vez y de forma harto peligrosa la policía se enfrentara a varios miles?... ¿Y cuándo lo decidió?... ¿No es cierto que hubo “un momento tiendas de campaña” tan insoportable para Cristina Cifuentes que no quiso esperar a vérselas con ese engorro una vez terminada la manifestación?... ¿Y no hubo también un “momento de entrada controlada de incontrolados”?... ¿Quiénes eran aquellos embozados que la policía dejó entrar para acto seguido cargar contra ellos donde la manifestación transcurría masiva, divertida y satisfecha?...

El fondo de estas preguntas no queda contestado con “redadas” tardías contra “anarquistas, antifascistas y bukaneros” acusados de haber agredido a los antidisturbios. Aclárese mejor lo que ocurrió porque la actuación gubernativa frente al 22M huele de lejos a represión “sucia” de un movimiento de movimientos de indignados que allí mismo empezó a reconocerse y a reencontrarse, para salir del reflujo de 2013 y para aventurarle al gobierno del PP un futuro nada halagüeño, una nueva línea de fractura que podría dar al traste con su “revolución conservadora”. No esperemos años y años para que se desclasifiquen documentos que lo atestigüen. Es la hora de las preguntas parlamentarias, de los abogados y los jueces, de las denuncias y los apoyos a los denunciantes. Ya llegará la hora de los historiadores.

PEDRO OLIVER OLMOProfesor de Historia Contemporánea en la UCLM
Publicado en "Público" - 19/4/14

viernes, 18 de abril de 2014

Y... ¿Qué República?

Cada año que pasa salen más manifestantes a la calle el 14 de abril; cada año hay más artículos sobre la República alrededor de ese día, el tema aparece más y más en las tertulias y las redes eran tricolores este año más que nunca.  

Es evidente que las cosas se mueven en ese sentido y yo me he ido moviendo también. Hasta hace relativamente poco tiempo la reivindicación de la República no era importante para mí. Como para mucha gente la II República es un importante referente afectivo y ético, un momento fundacional que siempre se añora. Sin embargo creo que cuando hablamos de la II República estamos añorando más el triunfo de las clases populares en las elecciones y el cambio que eso pudo suponer (el cambio que se intentó), la pérdida de la Guerra Civil y la victoria del fascismo,  que una determinada forma de estado.  A veces parece que olvidamos que el capitalismo, que el neoliberalismo más feroz, es (también) republicano. Reivindicar la república sin más, sin explicitar qué tipo de república queremos no tiene mucho sentido. Es más, si  llegara el momento en que la monarquía fuese insostenible, el mismo régimen prepararía la transición mediante un referéndum bien controlado que abriera un proceso tan bien controlado como ésta falsa democracia en la que apenas podemos decidir nada de lo importante.

Es evidente para todo el mundo que la monarquía es una institución ridículamente anacrónica y que cuesta admitir que al jefe del estado no se le vota pero, seamos francos,¿quién vota ahora a los que verdaderamente nos gobiernan (es decir, a los poderes económicos y financieros)?  No me ilusiona nada un referéndum para decir si monarquía sí o monarquía no. Lo que quiero es un auténtico proceso constituyente que tenga como objetivo la recuperación de una democracia real. Obviamente la monarquía no tendría cabida en esa situación, pero su desaparición vendría como la consecuencia natural y necesaria de una ruptura con el régimen existente, y no como una mera sustitución nominal del tipo de estado; no como un cambio al estilo de El Gatopardo, cambiar para que todo siga igual.

Sin embargo, ahora creo que el rey, este rey, no es sólo una institución más del estado, sino que él mismo, este señor en concreto, es un síntoma y un símbolo de lo que queremos cambiar, él es la cúpula de un sistema podrido y que no da más de sí. El rey no es una persona que esté ocupando sin más una institución representativa del estado, sino que él es, por su comportamiento y manera de ser, una muestra perfecta del tipo de gente que nos gobierna. La institución y la persona del rey, hasta hace poco intocables, se han vuelto de carne y hueso, aunque no de cualquier carne ni cualquier hueso. Se ha corrido esa especie de velo sagrado que mantenía a este señor Borbón en el misterio y lo que se nos ha desvelado no es sólo esa institución anacrónica, caduca y absurda que ya conocíamos, sino también a una persona que es, literalmente, un Primus inter pares, el primero entre iguales, entre sus iguales, la casta que desde el poder financiero y político nos gobierna. 

Al desvelarse el velo hemos visto a una persona completamente alejada de la realidad social –o a la que la realidad social le importa un bledo-, que vive en un mundo de privilegios inimaginables para la mayoría en el que cualquier cosa es posible como dedicarse, por ejemplo, a la caza de elefantes, como Bárcenas, en un momento en el que la caza mayor es una actividad que resulta éticamente repugnante a la mayoría; una persona que, durante años, ha mezclado la representación pública con los negocios privados, un comisionista, como cualquiera de estos ex políticos que pueblan los consejos de administración; una persona que desde su puesto se ha hecho muy rico de maneras nunca explicadas; igual que se han hecho ricos, muy ricos, cualquiera de estos empresarios que hablan de hacer esfuerzos mientras ellos pagan en negro a sus trabajadores…

El rey es esa persona que más allá de la cortesía de los viajes de representación llama “hermanos” a dictadores en cuyos países se tortura habitualmente, se ahorca a los homosexuales y se esclaviza a las mujeres. Una persona de costumbres y hábitos machistas que hoy resultan poco soportables para la mayoría de la gente y, desde luego para nosotras, que los hemos conocido con repugnancia; el rey es un clasista hasta en las formas y se permite llamar de tú a todo el mundo mientras que a él, al parecer, hay que llamarle de maneras anacrónicamente  respetuosas; una persona que a lo largo de su vida ha tenido por íntimos amigos a empresarios de esos que pasan por los tribunales y que no pisan la cárcel (algunos sí, como Javier de la Rosa o Mario Conde) sólo porque porque la justicia es ciega, efectivamente, para los poderosos.

En fin, que el rey es el primero de la fila de todos estos que se están riendo de nosotros. Esa risa que le debe producir a Esperanza Aguirre decir que no puede pagar la calefacción, a Lucía Figar pedir una beca para su hija, a Felipe González decir que se va de Gas natural porque se aburre y luego decir que ya no se va porque ha debido encontrar otro entretenimiento, o a Aznar decir que le cuesta mucho ganarse la vida honradamente. El rey es un síntoma. La monarquía hoy tiene a su frente a una persona que se parece demasiado a la clase de personas que sí representa. Pero no nos engañemos, la república en sí no es garantía de nada y entre quienes nos gobiernan hay gente que ya piensa en ella y en cómo legitimarla cuando nos den a elegir entre A y B (siendo A y B exactamente iguales) Lo importante de la república es lo que hagamos de ella y los consensos y los pactos que sancionemos entre nosotros y nosotras para garantizarnos una vida digna. Personalmente, sólo por dejarlo caer, me atrevo a decir que me gustaría una república anticapitalista; ahí es nada.

BEATRIZ GIMENO
Publicado en "El Diario" - 17/4/14

martes, 15 de abril de 2014

PP: ¿Partido Político o Qué?

Ningún país serio, ninguna sociedad medianamente decente, toleraría lo que está pasando en España. 
Los hechos concatenados ofrecen mucho más que “sombras de corrupción” -como las califican los medios- en el partido gobernante, se asemejan más a la boca negra de la cueva de los incontables ladrones. Estamos hablando de una contabilidad B para gestionar dinero sucio, procedente de donaciones ilegales a cambio de adjudicaciones públicas –cohechos y prevaricaciones-. Desde la fundación del partido. En todas las provincias y muchos municipios. Que reparte sobresueldos en B – añadidos a los que Rajoy admitió en A porque, según él, los cobra todo el mundo-. Y,  estamos hablando además, de intolerables obstrucciones a la justicia.

Si Bárcenas , el extesorero, -que así lo ha declarado en sede judicial- miente, no podemos decir que buena parte de sus ex colegas sean muy aficionados a la verdad. En particular, el presidente Rajoy podría contar con los dedos de la mano las veces que no engaña. Y las hemerotecas rebosan de ejemplos. Pero es que se acumulan las pruebas de las investigaciones policiales y judiciales, con datos coincidentes. A estas alturas de la historia ya muy pocos dudan de la corrupción del PP, los fieles de enormes tragaderas se aferran nada más al paliativo “todos lo hacen”. Como si justificara algo. 

Lo mejor sin duda es que la justicia actúe, lo aclare y concluya responsabilidades. Suya es la última palabra. Es lo que hacen los países democráticos. Pero, qué casualidad, aquí desde el propio gobierno se ejercen acciones que se asemejan mucho a la coacción como cuando los agentes que inventigan la trama corrupta son llamados por Asuntos Internos de la Policía que gestiona el Ministerio del Interior, incluso varias veces. Si, como el ministerio ha admitido, esto ha ocurrido ¿Qué hacen todos en sus cargos? ¿No confirma, precisamente, las sospechas? ¿Cómo se ha podido dejar pasar esto también? ¿Por qué no clama la justicia, la sociedad y todos los medios informativos? En las preguntas se encuentran las respuestas. 

O las maniobras que ejerce el Ministerio de Justicia, con esa “remodelación” tan oportuna de los órganos judiciales. O del propio Código Penal. Repetiré hasta la saciedad que cuando los españoles consentimos que se expulsara de la carrera judicial a Baltasar Garzón al iniciar la investigación de la Gürtel –con todo lo que concurrió- estábamos sentando un precedente irreversible. También empieza a entender mucha gente que algo extraño -o demasiado claro- ocurrió entonces aunque entiende que en un país como éste estos hechos se dan. Gravísima e increíble aceptación. Así seguimos. En caída libre.

Imaginemos que todo esto ocurriera en Alemania, en Suecia, en Gran Bretaña donde han obligado a dimitir a una ministra por no haber podido justificar un cobro de 7.000 euros. Prácticamente solo Italia y Grecia han conocido actuaciones similares, más Italia incluyendo el terreno judicial también. 
Porque tenemos que hablar con propiedad. Una organización que desde el primer día -hace ya varias décadas-  busca réditos económicos a sus acciones políticas, trampeando con las concesiones que otorga, escondiendo la contabilidad en cuenta opaca y repartiendo sobres entre sus principales ¿es un partido político o qué es?

Y si esa organización utiliza medios de coacción –o algo que se le parece mucho- y maniobra en el ordenamiento del Estado que controla logrando, en la práctica, frenar la acción de la justicia o acallar voces disidentes ¿Es un partido político o qué es?

Esto va mucho más allá de EREs fraudulentos, cursos tramposos, y todas las rapiñas que nos han deparado los políticos, aunque añadan porquería. Es una corrupción troncal que afecta a los pilares del Estado. Esto ya no es derecha o izquierda, porque igual –básicamente- no estamos hablando ni de política. Tiene que haber gente honrada y coherente dentro de todas las ideologías que deje de colaborar y ataje de una vez esto.

Sus cómplices son muchos, como señalamos. Los hay en la Justicia. Sin duda en la política con posturas de oposición que prefieren no gritar mucho para no airear sus propios trapos sucios aunque vean hundirse un país en la miseria ética y social. Muchos medios informativos participan de esa condición de complicidad, callando la realidad o manipulándola con absoluto descaro. Algunas veces de forma tan burda que sorprende cuele su mensaje. Y desde luego la sociedad que no debería permitirse excusa alguna ante la infinita gravedad de lo que está ocurriendo, incluso de un calibre sin precedentes en democracia. Afrontar el problema es inaplazable.

Con absoluta desfachatez los actores de esta catástrofe caminan airosos como si nada fuera con ellos. Con sus mentiras y promesas habituales. No, los problemas de este cariz no se resuelven solos: empeoran. La recuperación que la casta vende es para sus miembros, mientras el resto se empobrece cada día. Sin fin. 
Un nuevo record histórico de la deuda pública (96,5% desde el 68,5% que la tomó el PP) demuestra que quienes se “recuperan” de verdad son los bolsillos de los acreedores que Rajoy engrosa. Y es que los resultados dependen de los objetivos de la empresa. 

La clave -que exige respuestas y soluciones- se centra en definir esta cuestión origen ya de tantas confusiones: ¿El PP es un partido político o qué es a la vista de sus actuaciones? Y si no fuera un partido político ¿qué estamos haciendo al entregar todo el poder a una organización como la descrita?  No estaría de más tampoco que, de ser un partido político, el PP se comportara como tal erradicando ciertas conductas, para disipar dudas

ROSA MARIA ARTAL
Publicado en "El Diario" - 14/4/14