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martes, 3 de junio de 2014

El Sucesor de Franco

Que el sucesor de Franco abdique es una mala noticia: tendríamos que haberle derrocado hace muchos años. ¿Por qué hemos aguantado a un rey impuesto por Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios?
No he visto en el baboso telediario (ni tampoco en este periódico) ninguna imagen del Caudillo y el futuro rey juntos en el balcón de la plaza de Oriente, ambos haciéndose ovacionar tras cinco sentencias de muerte. Una auténtica joya este Borbón educado por el dictador.

Este nefasto, triste y frívolo rey era una de las herencias más infames del franquismo, sobran las razones para alegrarse mucho de que abdique por fin. Cobardes y timoratos, hemos permitido que este individuo juerguista y proclive a los negocios sucios sea jefe del Estado por designación de Francisco Franco, pero ¿vamos a permitir que su hijo sea rey sin someter a referéndum la monarquía?

Sólo el hecho de que El País y el PSOE hayan declarado de inmediato su apoyo a Felipe debería hacernos sospechar que no podemos consentir que llegue al trono sin pasar por las urnas.

A su padre nos lo impuso el dictador y al igual que Franco ha aguantado cuarenta años en el poder. Fue un rey ilegítimo, que llegó al trono como resultado de la arbitrariedad de un dictador sanguinario. Su hijo carece de toda legitimidad, salvo que se la den las urnas, puesto que su padre, Juan Carlos, designado por Franco no está en condiciones de proporcionar legitimidad alguna. 

Sin un referéndum que decida entre monarquía y república (o entre monarquía y democracia, como ha dicho Cayo Lara con toda la razón del mundo) no podemos consentir que la herencia de la dictadura se perpetúe.

No someter a referéndum la forma del Estado, sino imponerla como un trágala de matute en la Constitución fue algo que no debíamos haber consentido. Hecho está, pero ya es hora de enmendarlo. No se ve por qué tenemos que resignarnos a los borbones, con sus yates y sus cacerías, sus devaneos, sus salidas de tono (como mandar callar a un presidente electo) y sus negocios (¿hay que recordar que durante décadas el administrador del rey fue un tal Manuel Prado, condenado por varias causas, todas apestosas? ¿Hay que recordar que el golpista Armada fue jefe de la Casa Real? ¿Hay que mencionar a Urdangarín?...

Que hayamos aguantado, tras cuarenta años de dictadura, al sucesor elegido por el dictador durante otros cuarenta años da vergüenza y miedo.
Vergüenza por lo tan para poco que hemos sido.
Miedo porque igual decidimos seguir siendo súbditos en lugar de ciudadanos.
Pero al menos exijamos que podamos decidirlo nosotros. No Franco ni Juan Carlos, que fue su ahijado político.

RAFAEL REIG
Publicado en "El Diario" - 2/6/14

EL REY ABDICA, TIEMBLAN LOS ELEFANTES

Cuando todo el mundo se dedica hoy a valorar los hitos de su corona, quisiera hacer recuento y memoria de algunas de sus víctimas. ¿Cuántas cabezas inocentes acumula el reinado de Juan Carlos de Borbón? ¿Cuántos animales decapitados por él? La cifra es incalculable, y seguramente aumentará.
Ahora tendrá más tiempo y libertad Juan Carlos de Borbón para dedicarse a su mayor afición: apretar el gatillo y disparar contra toda clase de animales inocentes. Su abdicación no es una buena noticia para los elefantes, que suponemos solo confían en que el ex monarca ya no se tenga en pie. Ingenuos elefantes: al Borbón ocioso y millonario podrán ponerle un taburete, sedoso y acolchado, para que dispare sentado y apenas sin mirar, regio placer.

Así, casi sin mirar, se cargó, el impune, al pobre Mitrofán, aquel oso tranquilo al que emborracharon y soltaron tambaleante (derrotado tras una vida de cautividad y abusos como atracción de feria) para que Juan Carlos de Borbón disparara sin dificultades contra él en aquel coto ruso adonde el rey ha ido a cazar osos porque en España está prohibido.
Así, casi sin mirar, se cargó, el campechano, a otros nueve osos (incluida una osa preñada) en Rumanía. En su día, lo invitaba Ceaucescu a perpetrar esos crímenes.
Así, casi sin mirar, ha debido, el furtivo, de cargarse en los Cárpatos a los lobos que aquí tanta gente de bien trata con enorme e ingrato esfuerzo de proteger de esos bajos instintos.
Así, casi si mirar, debió de matar, el falso arrepentido, al elefante de Botsuana, aquel al que despatarraron contra un árbol para hacerse ante él la foto de la ignominia. La foto que circuló por todas partes y que en su abdicación han sacado todas las televisiones: la misma, sin embargo, por la que la Junta Electoral madrileña censuró el vídeo de campaña de PACMA. Como si no supiéramos que, con el dinero de los españoles y el amasado gracias a sus opacos negocios y a sus amigos corruptos, Juan Carlos de Borbón ha dedicado gran parte de su mucho tiempo libre a disparar para matar.

Vean quiénes han sido sus amigos de cacerías, de animales y de las otras: Javier de la Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, Mario Conde, Alberto Alcocer, Alberto Cortina… Más tarde, Díaz Ferrán, Jaume Matas, Arturo Fernández… Esos, entre otros de similar perfil, son sus cómplices. Y cientos de animales decapitados y colgados como trofeos en la pared, así como su colección de armas, son algunas de las pruebas de sus innumerables disparos. Están en ese pabellón de caza por cuya construcción pagó Patrimonio Nacional, hemos pagado todos, 3,4 millones de euros. Ese pabellón de caza que el Gobierno del PP dijo que construírselo al rey era una inversión “de interés general”.

Ya basta. Nadie nos preguntó si queríamos una Jefatura del Estado salpicada de sangre, de corrupción familiar y de destellos que van iluminando su turbia relación con la Transición o el intento de golpe del 23F, que solo representa a la injusticia intrínseca a esta monarquía parlamentaria, a los abusos que ponen en evidencia su obsolescencia como forma de gobierno. Con la abdicación de Juan Carlos de Borbón ha llegado el momento. La celebración de un referéndum sobre la pervivencia de la monarquía no es más que una cuestión de sensatez histórica y política.

No queremos un rey. No queremos la herencia de un hombre al que le gusta matar. No queremos un Estado que consienta ese atraso, que fomente la violencia de la caza y de la tauromaquia, perversa pasión que el ex rey ha transmitido a Elena, su hija mayor. Queremos avanzar hacia una sociedad más ética, en la que un hombre armado que persigue animales sea repudiado: cada disparo del rey ha sido un disparo a nuestra democracia real.

Tenemos derecho a decidir, a ser artífices y partícipes de un proceso constituyente. Somos ciudadanos, no vasallos ni presas a las que abatir. Bastante tenemos con aceptar que, en lo que respecta a sus víctimas animales, Juan Carlos de Borbón se vaya sin entregar las armas de ese pabellón y sin pedir perdón. Nos corresponde disolver su Casa.

RUTH TOLEDANO
Publicado en "El Diario" - 2/6/14

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