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lunes, 20 de mayo de 2013

Hartos de Rajoy

Confieso que no soporto los discursos de Rajoy. Da igual que los largue ante sus barones regionales en Salamanca, como el último, o que lo haga subido a la tribuna del Congreso, o desde su escaño en las sesiones de control. No lo aguanto. Me enerva cuando dice eso de que él no quería hacer lo que hace, que ya quisiera él poder hacer otra cosa, con gesto de hombre transido, abrumado por la enormidad de su sacrificio. Tampoco le va a la zaga el enojo que me provoca eso que dice de que el Gobierno sabe muy bien a dónde va, que no sé de qué me suena, o cuando explica que Montoro es el primero al que le fastidia subir los impuestos. "¡Pues no se nota!", debería haberle contestado alguien. Y es que más bien parece lo contrario. Es difícil recordar un semblante de placer, un mayor retorcimiento de gusto que el que mostró Montoro cuando anunció que había dejado descolocada a la izquierda a base de subir los impuestos.
 
Tampoco soporto esa falsa modestia del presidente del Gobierno diciendo que no está satisfecho con lo que ha hecho y que no lo estará hasta que haya crecimiento económico, cuando lo que hace con su política es garantizar que no lo habrá en mucho tiempo. Su principal objetivo fiscal es no tener que privar a nadie, en especial a los políticos, de ninguna prebenda, subvención, cargo, canonjía o enchufe. Se vanagloria campanudo de estar siendo capaz de conservar los pilares del Estado de Bienestar exprimiéndonos como limones, cuando lo que está haciendo es mantener el tamaño de la Administración, necesario para que no desaparezca ninguno de los pesebres donde pacen las redes clientelares de los dos grandes partidos, los sindicatos y la patronal. Y lo dice el mismo día en que encarcelan a Miguel Blesa y que sale en su defensa José María Martínez, secretario general de la federación de banca de Comisiones Obreras. Dos caras de ese mismo Estado que hay que preservar subiendo los impuestos tanto como haga falta. Ese en el que los terroristas se pasean por las calles, donde los amigos del rey que mete en la cárcel el Tribunal Supremo los saca el Constitucional, ese que convierte a los sindicalistas y a los amigos del presidente del Gobierno en banqueros y en el que el Consejo de Ministros indulta a los políticos corruptos.
 
Y lo que ya saca de quicio y hace que a uno lo tengan que sujetar para no remangarse e irse a por él es oír la promesa de que bajará los impuestos en esta legislatura. Como mucho, lo que hará el caradura será volver a ponerlos donde estaban cuando él llegó a La Moncloa. Me siento como Mina oyendo las zalamerías vacías que le va recitando al oído Alberto Lupo. Y me dan ganas de contestarle al presidente del Gobierno que no quiero más caramelos y que se busque a otro a quien cortejar con rosas y violines. Parole, parole, parole.
 
EMILIO CAMPMANY - Periodista y Director del Área de Derecho Internacional de GEES, organización vinculada al PP.
Publicado en 'Libertad Digital' - 19/5/2103
 
Nota: ¡Hasta los de su cuerda se le vuelven en contra!

2 comentarios:

AGUSTIN dijo...

La LOMCE o ley Wert es una chapuza que no parte de un diagnóstico previo o Libro Blanco sobre los problemas de la educación; que no cuenta con financiación para implementarla; que no tiene ningún consenso, sino el rechazo más airado de la comunidad educativa, como se ha puesto en evidencia en múltiples movilizaciones.

Como son maestros de la neolengua hablan de “calidad” e incluso responsabilizan cínicamente al sistema educativo del nivel de paro existente, cuando es bien sabido que muchos de los miembros de la generación más y mejor preparada de este país se está yendo al exilio laboral o científico. Pero su verdadera esencia es mandar el mensaje de que “hemos estudiado por encima de nuestras posibilidades”. Porque lo cierto es que no están dispuestos a invertir más en educación pública, por razones ideológicas y de negocio. No les interesan ciudadanos formados, informados y críticos, para un mercado de trabajo precario y una sociedad dual y cada vez menos democrática. No quieren la mezcla social entre los hijos de familias de diferente estatus socioeconómico.

Y porque se someten a los intereses mercantilistas: la educación es un negocio que a nivel mundial supone un pastel de 2 billones de dólares y que en España obtuvo casi 700 millones de euros de beneficios según los últimos datos del INE. Por todo lo anterior, el objetivo que se ha trazado el gobierno del PP es seguir trasfiriendo recursos del sector público al privado y pasar del 3,6% al 2,9% del PIB, lo que supone unos 7.000 millones de euros menos al año, muy lejos de la inversión que realizan los países de nuestro entorno.

Durante la democracia se lograron importantes avances en el desarrollo de la escuela pública: incremento de centros y profesorado, bajada de ratios, ampliación de la edad escolar obligatoria, escolarización casi total desde los tres años, y mayor acceso a estudios superiores de las capas populares. Estas conquistas están siendo atacadas hace tiempo por los gobiernos de la derecha, cuya ideología mercantilista y privatizadora quiere convertir la educación en un negocio. Con esta ley se consolidan los recortes que se vienen aplicando y supone un duro golpe a la educación pública.

La educación pública española, por los compromisos de los sucesivos gobiernos con la Iglesia católica y con la patronal de la enseñanza, nunca ha llegado a romper del todo con las tres principales herencias franquistas: segregación clasista, confesionalidad y amplio sector privado costeado con fondos públicos. La ley Wert es un salto en esa dirección.

AGUSTIN MORENO
Profesor de secundaria

Tony dijo...

Pues si eso lo dicen los suyos... ¿Por qué les extraña lo que digamos los "contrarios", los rojeras filoetarras y violentos antisistemas?

MariaSno, estás mas solo una rata, bueno solo no, tienes a tus rata-ministr@s pero poco mas.