Cada año que pasa salen más manifestantes a la calle el 14 de abril; cada año hay más artículos sobre la República alrededor de ese día, el tema aparece más y más en las tertulias y las redes eran tricolores este año más que nunca.

Es evidente para todo el mundo que la monarquía es una institución ridículamente anacrónica y que cuesta admitir que al jefe del estado no se le vota pero, seamos francos,¿quién vota ahora a los que verdaderamente nos gobiernan (es decir, a los poderes económicos y financieros)? No me ilusiona nada un referéndum para decir si monarquía sí o monarquía no. Lo que quiero es un auténtico proceso constituyente que tenga como objetivo la recuperación de una democracia real. Obviamente la monarquía no tendría cabida en esa situación, pero su desaparición vendría como la consecuencia natural y necesaria de una ruptura con el régimen existente, y no como una mera sustitución nominal del tipo de estado; no como un cambio al estilo de El Gatopardo, cambiar para que todo siga igual.
Sin embargo, ahora creo que el rey, este rey, no es sólo una institución más del estado, sino que él mismo, este señor en concreto, es un síntoma y un símbolo de lo que queremos cambiar, él es la cúpula de un sistema podrido y que no da más de sí. El rey no es una persona que esté ocupando sin más una institución representativa del estado, sino que él es, por su comportamiento y manera de ser, una muestra perfecta del tipo de gente que nos gobierna. La institución y la persona del rey, hasta hace poco intocables, se han vuelto de carne y hueso, aunque no de cualquier carne ni cualquier hueso. Se ha corrido esa especie de velo sagrado que mantenía a este señor Borbón en el misterio y lo que se nos ha desvelado no es sólo esa institución anacrónica, caduca y absurda que ya conocíamos, sino también a una persona que es, literalmente, un Primus inter pares, el primero entre iguales, entre sus iguales, la casta que desde el poder financiero y político nos gobierna.
Al desvelarse el velo hemos visto a una persona completamente alejada de la realidad social –o a la que la realidad social le importa un bledo-, que vive en un mundo de privilegios inimaginables para la mayoría en el que cualquier cosa es posible como dedicarse, por ejemplo, a la caza de elefantes, como Bárcenas, en un momento en el que la caza mayor es una actividad que resulta éticamente repugnante a la mayoría; una persona que, durante años, ha mezclado la representación pública con los negocios privados, un comisionista, como cualquiera de estos ex políticos que pueblan los consejos de administración; una persona que desde su puesto se ha hecho muy rico de maneras nunca explicadas; igual que se han hecho ricos, muy ricos, cualquiera de estos empresarios que hablan de hacer esfuerzos mientras ellos pagan en negro a sus trabajadores…

En fin, que el rey es el primero de la fila de todos estos que se están riendo de nosotros. Esa risa que le debe producir a Esperanza Aguirre decir que no puede pagar la calefacción, a Lucía Figar pedir una beca para su hija, a Felipe González decir que se va de Gas natural porque se aburre y luego decir que ya no se va porque ha debido encontrar otro entretenimiento, o a Aznar decir que le cuesta mucho ganarse la vida honradamente. El rey es un síntoma. La monarquía hoy tiene a su frente a una persona que se parece demasiado a la clase de personas que sí representa. Pero no nos engañemos, la república en sí no es garantía de nada y entre quienes nos gobiernan hay gente que ya piensa en ella y en cómo legitimarla cuando nos den a elegir entre A y B (siendo A y B exactamente iguales) Lo importante de la república es lo que hagamos de ella y los consensos y los pactos que sancionemos entre nosotros y nosotras para garantizarnos una vida digna. Personalmente, sólo por dejarlo caer, me atrevo a decir que me gustaría una república anticapitalista; ahí es nada.
BEATRIZ GIMENO
Publicado en "El Diario" - 17/4/14
No hay comentarios:
Publicar un comentario