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viernes, 22 de noviembre de 2013

Buenos Dias, Fascismo

Guardo dos sensaciones precisas del tiempo que me tocó vivir bajo la dictadura del caudillo, nuestro generalísimo Francisco Franco: el miedo a la Policía y el trato cotidiano con la mentira. Ya sé que la realidad española fue suavizándose conforme nos alejábamos de la sangría provocada por el golpe militar de 1936, pero en el aire de los años cincuenta, sesenta y setenta que yo respiré podía percibirse con facilidad el olor del miedo y de la mentira.
 
Los periódicos mentían tanto por lo que callaban como por lo que decían. La retórica sobre el imperio, la raza, la patria, la gloria que nos enseñaban en las clases de Formación del Espíritu Nacional no resistía las primeras miradas sobre el mundo. Un país pobre, menesteroso, humillado, sin ciencia, sin una economía sólida, sin cultura pública, sin repercusión internacional, sufría bajo las alas del águila. Más bien una gallina. Los colores de la bandera solo servían para ponerse rojos de vergüenza y amarillos de envidia cada vez que íbamos descubriendo lo que era la vida.
 
Los políticos mentían. Y no me refiero a las verdades a medias y las manipulaciones propias del electoralismo. Mentían de verdad y hasta el fondo, como yo de adolescente cuando me obligaban a confesar los curas del colegio. Éramos herederos de un Régimen basado en la instauración oficial de mentira. A Miguel Compins,  Comandante Militar de Granada, fueron a buscarlo los golpistas a su despacho, en donde estaba tan tranquilo cumpliendo órdenes del Gobierno y de la superioridad, y lo fusilaron por ayudar a la rebelión. No fue el único caso. El legal era el sublevado, en invierno hacía calor, en verano frío, los peces volaban por las nubes y los pájaros nadaban por las profundidades del mar si así lo afirmaba la autoridad.
 
Nadie, claro está, confundía la verdad oficial con la realidad. Eso creaba una separación tajante entre el Estado y la calle. Hoy somos herederos de esa división impuesta por la costumbre de mentir. Lo que empezó siendo la mentirijilla electoral en la España democrática desemboca hoy en el regreso a la desvergonzada mentira fascista. Rajoy  jura que no conocía las actividades corruptas de su tesorero más íntimo y no pasa nada. Ana Botella dice que la Reforma Laboral ha salvado los puestos de trabajo de los trabajadores de la limpieza en Madrid y no pasa nada. Se miente sobre la economía, el paro, la política internacional, la honradez de la familia real, y no pasa nada. Las instituciones –véase el poder judicial- son una mentira en funcionamiento. Ha vuelto a hacer calor en el mes de enero. La moda de las memorias políticas en nuestro país y la apertura de la Fundación Felipe González se deben  a que está vigente una veda infinita para las mentiras. Aquí el error propio es una enfermedad descatalogada en las conciencias.
 
También hemos vuelto al grito de “la calle es mía”. Lo lanzó Fraga Iribarne para recordarnos en 1976 la norma número uno de la dictadura a la que había servido. Respondiendo a su origen, el Gobierno del PP ha dado forma de ley al grito de Fraga.  En vez de respetar y solucionar los problemas graves de los ciudadanos, criminaliza sus protestas con multas desmedidas y con estrategias de impunidad para la represión. La ley hipotecaria nos deja sin casas, la ley mordaza sin calle, dos formas de desahucio. A la Policía española deberemos tratarla con miedo. Se acabó la confianza. Las Fuerzas de Seguridad tienen como enemigo al ciudadano. La patria produce otra vez extranjeros en su propio país. Atreverse a poner el pie fuera de la mayoría silenciosa es un acto de rebeldía intolerable. Exigir y practicar los derechos constitucionales puede convertirnos en cómplices de la sublevación.
 
Buenos días, fascismo. Los españoles volvemos a vivir en una realidad cotidiana fascista. Podemos discutir si se trata de prefascista,  posfascista, parafascista o cuasifascista, pero la evidencia es que nos hemos instalado en el cartón piedra de la mentira y en una plaza de armas que sólo pertenece a la autoridad. Entre nuestros derechos no está la calle. Convivir es obedecer bajo el absolutismo de unos diputadísimos y unos ministrísimos que son herederos del caudillo.
 
Podrán decirme que han llegado al Gobierno por las urnas. Llegar por las urnas al fascismo no es algo nuevo, ni resta gravedad, sobre todo cuando se incumplen los contratos electorales de forma desvergonzada. Podrán decirme que la gente volverá a votarlos. Eso no significará que dejen de ser fascistas, sino que el fascismo se ha instalado en los procedimientos democráticos. En una realidad fundada en la mentira, con una división tajante entre la España oficial y la España real, entre los mundos virtuales y la experiencia de carne y hueso, los votos pierden su vinculación con la calle y pasan a ser una parte más del videojuego de las supersticiones. Sin patrimonio legal democrático, podrá haber votos, pero no habrá democracia.
 
Ni soberanía popular, ni instituciones representativas, ni participación. Mentira y represión policial. Buenos días, fascismo.
 
LUIS GARCÍA MONTERO - Poeta y escritor.
Publicado en Público - 21/11/13

3 comentarios:

Manuel dijo...

Gran y claro artículo con el que no puedo estar más de acuerdo. Felicidades.
Hay que aceptarlo, estamos comiendo de primer plato, la "Transacción"; de segundo, la "presunta democracia" y de tercero, el "reino heredado y aderezado por una Constitución" que no sirve más que para someternos.
Esa Formación del Espíritu Nacional actual no es ni más ni menos que: fascismo puro y duro, eso sí, disfrazado de una presunta democracia que es la vergüenza de Europa.
La mayoría de esa gente "silenciosa", o supuestos votantes de la derecha a la española, situados en esos dos partidos políticos que se han alternado el gobierno de España, también a la española, están bien adoctrinados de ese espíritu. Tan bien, que han asumido como democrático ese espíritu patrio de banderas y ladrones, ladrones y banderas; esos sí, después de la modélica transacción que ha demostrado que de modélica nada, pero... todo muy constitucional.
Y todo aquel que no esté formado de ese espíritu es antisistema, "anti su sistema", exactamente.
Todo esto nos pasa por querer aceptar que vivimos en un país en el que todo se dejó "atado y bien atado" y para eso están Juan Carlos I y el PP, para vigilar que todo siga igual de bien atado que durante el fascismo de Franco.

Mark Grady dijo...

The United States and five other world powers announced a landmark accord Sunday morning that would temporarily freeze Iran’s nuclear program and lay the foundation for a more sweeping agreement.
It was the first time in nearly a decade, American officials said, that an international agreement had been reached to halt much of Iran’s nuclear program and roll some elements of it back.

The aim of the accord, which is to last six months, is to give international negotiators time to pursue a more comprehensive pact that would ratchet back much of Iran’s nuclear program and ensure that it could be used only for peaceful purposes.

Shortly after the agreement was signed at 3 a.m. in the Palace of Nations in Geneva, President Obama, speaking from the State Dining Room in the White House, hailed it as the most “significant and tangible” progress of a diplomatic campaign that began when he took office.

“Today, that diplomacy opened up a new path toward a world that is more secure,” he said, “a future in which we can verify that Iran’s nuclear program is peaceful and that it cannot build a nuclear weapon.”

In Geneva, the Iranian foreign minister, Mohammad Javad Zarif, said he hoped the agreement would lead to a “restoration” of trust between Iran and the United States. Smiling and avuncular, he reiterated Iran’s longstanding assertion that its nuclear program was peaceful, adding that the Iranian people deserved respect from the West.

Secretary of State John Kerry, who flew to Geneva early Saturday for the second time in two weeks in an effort to complete the deal, said it would “require Iran to prove the peaceful nature of its nuclear program.”

EL.ANONIMO dijo...

Rajoy va bien. Ha cumplido un nuevo año Mariano sin dar su brazo a torcer y ha celebrado su segundo annus horribilis dando un golpe sobre la mesa con una ley de Educación y varios proyectos de ley que dejan bien claro su verdadero cometido: no han venido para sacarnos de la crisis económica sino de la crisis moral. El PP no quiere que salgamos de la crisis por delante sino por detrás, por el pasado. Y están aprovechando la coyuntura inestable y su mayoría absoluta para volver a la España de clases, de señoritos y obreretes, de curas en las escuelas y fuerzas del orden en las calles. Como si creyeran realmente que con Franco vivíamos mejor.

Rajoy sabía que las finanzas se las marca Europa y que no puede fiar su éxito a una incierta recuperación en la que por ahora ha fracasado, así que piensa que la única manera de reeditar mandato es dar a la derecha española unos buenos derechazos. Y se los está dando. Este era el plan de Rajoy y lo está cumpliendo: más poder para el empresario y menos derechos para el trabajador, subida de impuestos para la clase trabajadora pero no para las grandes rentas, control de la información pública, propaganda y ocultación de la corrupción, represión policial y adoctrinamiento, sustitución de la acción social del Estado por la caridad, españolismo y xenofobia, autoritarismo y desigualdad... No me negarán que con Franco vivían muy parecido.

Como la burguesía facinerosa que describía Chaves Nogales en plena guerra civil, parece que Rajoy, Cospedal, Wert y demás tropa nacional, sueñan con “un paraíso de desfiles marciales, jornales bajos, rentas altas, procesiones y fiestas de la raza”. La única novedad respecto al pasado es la privatización de lo público. Pero no se confundan, no es liberalismo. Privatizan porque en democracia, para repartir el pastel, hay que venderlo para que no huela a corrupción. En la dictadura, no hacía falta disimular porque estaba todo tapado. Ahora lo tratan de tapar con éxito escaso aunque con la misma impunidad.
JAVIER GALLEGO - EL DIARIO - 25/11