Poco dura la alegría en casa del pobre rey de España. Apenas unos días para saborear las mieles del reinado recién estrenado, y sobre la testa coronada de Felipe VI han empezado a llover desgracias en serie, en una de esas extrañas semanas en las que, a falta de noticia bomba, se han sucedido casi a diario asuntos relevantes capaces de ir desgranando las cuentas del rosario de un país salido de madre. La imputación de la infanta Cristina, la huida de Rubalcaba camino de la Universidad, incluso el episodio chusco de esa sicav que ha provocado la dimisión de Willy Meyer (IU), y desde luego el fiasco que ha supuesto la presentación en sociedad de la reforma fiscal del PP, un petardazo de gran trascendencia futura, porque el PP tenía una bala en la recámara para intentar ganar en noviembre de 2015 y la ha malgastado. Un cierto olor a descomposición lo inunda todo. A fin de ciclo. A sálvese quien pueda. A crisis sistémica.
Dice el famoso “efecto mariposa”, la parte anecdótica de la “teoría del caos”, que el aleteo de una mariposa que vuela en China puede ser capaz de producir un mes después un huracán en Texas, postulado que el sabio Einstein formuló más poéticamente diciendo que hasta la más pequeña gota de rocío caída del pétalo de una rosa repercute en la estrella más lejana, ejemplo de la interdependencia de pequeñas causas generadoras de grandes efectos, y hay quien en España empieza a adelantar una “teoría de la catástrofe” según la cual la aparición en la política española de un ratón con melena amenaza con derrumbar los rascacielos del Paseo de la Castellana de Madrid, que tal es la fuerza del fenómeno Podemos al mando del carismático Pablo Iglesias. Dicen las fuentes que el corrimiento electoral plasmado el 25-M sigue su curso, y que el pánico se ha hecho carne en las filas del Partido Popular, por no hablar de un PSOE en caída libre. Reveladoras las palabras de Felipe González, según las cuales del próximo Congreso socialista puede salir un liderazgo débil que deje al partido con 40 diputados pelados. La sombra del PASOK griego es alargada.
Todos los partidos de la Transición, en crisis aguda. ¿Ratón o elefante? Los daños causados en el establishment político por el terremoto del 25-M se están revelando devastadores. Incluso en IU, donde se vive un soterrado ajuste de cuentas cuyo final está por ver. Por no hablar de la misteriosa desaparición de la escena política de UPyD y de su lideresa, Rosa Díez. What ever happened to baby Jane?
La fuerza de Podemos, lo nuevo contra lo viejo, como símbolo de la descomposición del régimen de la Transición y del surgimiento de algo que no sabemos muy bien qué es y hacia dónde va. El ejemplo más claro de la delicuescencia del sistema es el gatillazo protagonizado por el PP con su famosa reforma fiscal, el arma disuasoria de la que la derecha conservadora en el Poder creía disponer para volver a ganar en noviembre de 2015, si no antes.
Hay muchas cosas que no se entiende de una reforma fiscal en la que el PP había puesto todas sus esperanzas, y que se ha desinflado nada más salir a escena, entre otras cosas, porque, como siempre tratándose de este Gobierno, se plantea mal, se enseña con trampa, se anuncia un viernes pero se esconde la letra pequeña para que de esta forma los medios se vean obligados a “vender” los mensajes que pretende el Ejecutivo. No se entiende que alguien encargue un informe a una comisión de expertos para que marquen las líneas maestras de esa gran reforma que desde tiempo inmemorial reclama el país, y que cuando se lo entregan lo meta en un cajón y se olvide del mismo. No se entiende que el propio Montoro diga en privado que “esto es una rebaja de impuestos, porque la verdadera reforma fiscal la dejamos para 2016”. ¡Cuán largo me lo fiais! ¡Qué insensata confianza en poder formar Gobierno tras las generales de 2015! Sobre todo no se entiende el batiburrillo de tramos y tipos y el tufo a cálculo electoralista cuando, al final, la rebaja anual para un trabajador por cuenta ajena y sin hijos oscilará entre los 230 y los 330 euros para una nómina inferior a los 50.000 euros, como es el caso de la mayoría de las españolas. Mucho ruido y pocas nueces. Ese votante al que el PP pretendía camelar con el invento puede verse tentado a dedicarle una sonora peineta, mientras le espeta que el precio de mercado de su voto está por encima de los 23 euros mensuales de media que la gaviota pretendía meterle en el bolsillo como golosina.
Riesgo de poner en peligro los ajustes realizados
Esfuerzos vanos echados por la borda. Primero hubo que convencer a Bruselas de que era necesario bajar impuestos en un país que, a pesar de todos los ajustes, sigue teniendo un déficit público del 6,6% del PIB, porque, tras el auge de los partidos radicales en toda Europa, había que poner coto a Podemos en España. Intento fallido y fiasco que podría ser mayúsculo: puede que el Gobierno Rajoy no solo no logre seducir a quienes necesita convencer, sino que además ponga en serio riesgo el cumplimiento de los objetivos de déficit, porque las cuentas no cuadran.
España se ha comprometido a llevar el déficit al 2,8% a finales de 2016, lo que supone un esfuerzo de casi 40.000 millones que hay que acometer en apenas dos años, entre 2015 y 2016. En esta situación, ahora se propone una rebaja fiscal de 9.000 millones de euros, con una recaudación que, aunque está creciendo, ni de lejos lo hace al ritmo del 6,7% que sugiere Hacienda, sino a un mucho más modesto 3% anual. De modo que el precio a pagar por el intento del PP de recuperar su electorado podría ser terriblemente gravoso. En efecto, son muchos los que temen que el Gobierno que salga de las próximas generales se vea obligado a meter la tijera de otro ajuste similar al conocido en 2012. ¿Todo lo ganado, perdido?
España empieza a mirarse en el espejo de una zozobra que recuerda mucho los coletazos de la era Zapatero, cuando medidas desesperadas como la de los 400 euros no solo no lograban solventar el problema, sino que lo agravaban. El corolario es que, culminada la reformita en 2016, el IRPF español en todos sus tramos estará por encima del existente en Francia, Alemania e incluso Gran Bretaña, mientras que la fiscalidad del impuesto sobre plusvalías quedará 6 puntos por encima de la media OCDE. En cuanto al impuesto de sociedades, el español quedará en el 25%, frente a un tipo medio del 22,67% en la OCDE, diferencia que será muy superior teniendo en cuenta que el tipo efectivo en Sociedades venía oscilando entre un 12% y un 13%. Un pan como unas hostias. Si a ello se le añade la subida de indirectos, habrá que concluir que los españoles soportarán con Rajoy una mayor presión fiscal que la que tenían con Aznar y Zapatero.
El PP ha quemado la pólvora en salvas. Falto de coherencia y roto el mandato electoral que recibió en noviembre de 2011 para reducir sustancialmente el tamaño del Estado, ha optado por consolidar un modelo de fiscalidad socialdemócrata. A caballo de un inmovilismo atroz, no ha despejado ninguna de las grandes incógnitas que se ciernen sobre la economía española, mientras en lo político se ha convertido en un partido conservador que, con episodios como el del aborto, recuerda a la vieja derecha española de sacristía de siglos pasados. El silencio más espeso sigue rodeando escándalos como Gürtel y Bárcenas –un año en la cárcel lleva el caballero- y la utilización torticera que está haciendo de la Fiscalía y la Agencia Tributaria en defensa de los intereses de la hija y hermana de Rey roza lo esperpéntico. El fiscal Horrach ha llegado a pedir por carta al Gobierno –lo contaba Javier Ruiz el jueves- que meta en cintura a los jueces tipo Castro, el terso verso suelto que resta a una pobre Justicia domesticada. ¿A quién puede extrañar que, ante tamaño despliegue de estulticia, las huestes de Podemos sigan ganando adeptos?
Gobierno sin alma y sin proyecto
Sensación de Gobierno sin alma y sin proyecto. El fiasco de la reforma fiscal no hace sino añadir nuevos nubarrones sobre la suerte del PP de cara a las generales de 2015. Si al guiso le añadimos el condimento de un PSOE en ruinas, obligado a encarar una reconstrucción precipitada sobre liderazgos muy débiles, se llega a la conclusión de que las opciones de una reforma sensata del régimen salido de la Transición se reducen considerablemente o, en otras palabras, las posibilidades de una salida pactada de la crisis política española son cada día más escasas. Los mensajes que llegan el Gobierno son todos descorazonadores. El golpe de moral que supuso la subida al trono de Felipe VI se ha diluido en unos días. La preocupación empresarial sobre lo que pueda ocurrir en Cataluña el próximo otoño no deja de crecer, por el riesgo de que el envite termine afectando a la recuperación. ¿Tiene algún plan específico este Gobierno para hacer frente al desafío secesionista?
Todo en almoneda, con un aire de provisionalidad que impresiona. El único que aquí parece haberse dado cuenta de que la barcaza amenaza hundimiento ha sido el abdicado Juan Carlos, que, montera en mano, ha saltado al ruedo para despedirse con un “yo me largo, y ahí os las den todas”. Hasta Rubalcaba ha puesto pie a tierra, dispuesto a hacerse invisible. La responsabilidad de este Gobierno, obligado con mayoría absoluta a embridar la situación, en el horizonte que se le abre al país a partir de 2015 es muy grande. El empeño a ultranza por mantener el statu quo político inalterado, sobre la base de una recuperación económica capaz de amortiguar todas las tensiones sociales, amenaza con llevar a España al borde del precipicio.
JESUS CACHO
Publicado en "Voz Pópuli" - 29/6/14